martes, 19 de junio de 2007

EXTRAÑO VIAJE COTIDIANO

Macarena Moreno

Alegres, distraídos, pensativos, enojados, preocupados. Son cientos de personas que avanzan en trance a distintas direcciones. Salen y entran del subterráneo en grandes grupos, y, en las escaleras, se mezclan esos similares colores plomizos que envuelven sus cuerpos.
El humo del cigarrillo desaparece en la entrada de la estación, para emprender ese viaje rutinario que cada uno conoce de memoria. Diferentes vagones, distinta gente, pero ante sus ojos, aquellos pasajeros parecieran ser los mismos de días anteriores.

El frío de las calles que congeló sus manos y sus caras, ahora se vuelve un aire caluroso y espeso. Entra directo a los pulmones, como una inyección que desagrada y enfada a quien cae preso por los aplastantes cuerpos, dentro de un vagón claustrofóbico.

En uno de los asientos, frente al andén, hay una pareja. Alzan las voces en medio de una agitada discusión. Él, avergonzado, mira a su alrededor, la toma bruscamente, y le pide que baje la voz, ella lo ignora y comienza a gritarle más fuerte. De pronto, sus gritos son devorados por el repentino e imponente ruido del metro que, recoge a esa inquieta multitud. En sólo un minuto, Desparecen cuerpos y voces. El andén queda desolado y silencioso.

Seis de la tarde, la noche cubrió a Santiago. Quisiste salir a divertirte, sin rumbo fijo, y te perdiste en esa línea en dirección a Bellas Artes. La estación que te da la bienvenida para ser uno más del bullicio cultural. Malabaristas, payasos y magos, ubicados frente al Museo Nacional de Bellas Artes, tratan de robar una sonrisa a quienes se sientan a pasar las últimas horas del domingo otoñal. Tú, anhelando quedarte en un domingo eterno, te sumerges en las melodías de un grupo que, arriba del escenario, enciende la tarde fría con su eufórica tocata “punk-rock”.
El show es iluminado por unos faroles que apenas alumbran, pero dan un toque propicio al ambiente, para que ebrios y drogados pasen inadvertidos en medio del gentío.

Aire de fiesta, olor a marihuana y a cerveza. Una mezcla de sensaciones se fusiona y se transforma en una sola. Conocer, compartir, reír y embriagarse. En los vagones, perfectos desconocidos, y al observarlos en este lugar, parecieran amigos de toda una vida.

En un solo día, tuviste el tiempo suficiente para haber observado todo lo que pasó a tu alrededor, pero, ¿hace cuánto que no te observas a ti mismo? quizás hace mucho tiempo, porque has preferido ocultarte en labores cotidianas y en juergas nocturnas, para evadir tu interior y olvidar lo que tu propia mente quisiera recordar a gritos, para confirmarte, en medio de recuerdos, que es mejor dar vuelta la página.

El momento en que esos pensamientos tratan de invadirte, tú reaccionas exaltado, alzas la mirada y en la puerta te reflejas a ti mismo…¡¡sorpresa!! Estás frente a tu propia imagen, rodeado de bultos inmóviles y mudos, esos que te acompañan siempre en tus viajes. Tal vez, es el único momento del día en que te detienes a contemplarte a ti mismo. De pie, rodeado de gente, y frente a tu presencia que se confunde y se mezcla, con esas fugaces luces violetas que iluminan el túnel.

Anduviste por tantos lugares, y aquí vas de nuevo, en medio de un gentío, pero solo…de regreso a casa.

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